lunes, octubre 30, 2006


mmm … a las ricas setas.

Estamos en otoño, puedes buscarlas paseando entre los bosques, puedes rescatarlas de la cesta de un amigo que ayer se levantó muy pronto y recogió kilos de estos deliciosos manjares, también puedes asistir a los numerosos talleres micológicos que estos días encuentras por doquier o simplemente ir a aquel restaurante que anuncia HAY SETAS.

Y es que hay muchos aficionados que las recogen, que las conocen, las protegen de otros buscadores, y muchos que las aman. Yo sólo recojo tres o cuatro especies que conozco bien y en los mismos lugares, año tras año, y siempre con amigos que las conocen mucho mejor que yo, porque me dan respeto, mucho respeto, las intoxicaciones que de vez en cuando se producen por imprudencias y desconocimiento.

Dicho todo lo anterior este fin de semana, después de un poco de lluvia y el calor que hemos disfrutado, las setas han empezado a estar en todo su esplendor y yo opté por la cuarta de las fórmulas, es decir ir a un restaurante de confianza con el cartel de HAY SETAS y os diré que disfruté de maravillosos platos de estos vegetales. Níscalos a la plancha, boletos marinados con aderezo balsámico, revuelto de pleurotas con langostinos, Tricoloma ecuestre con ajos y cebolla, revuelto de boletus con foie… en fin que no sabría cual recomendaros. Ni que deciros que el maridaje con un tinto Pradorey, roble de 2003, fue exquisito y es que como dice un amigo “esto es lo que me mata, la satisfacción”.

Os daría más pistas… pero prefiero que lo descubráis por vosotros mismos.
Buena semana.

domingo, octubre 29, 2006



En el muro de las DESTRUCCIONES siempre se puede encontrar la ventana que promete verdes y sosegados paisajes. Intenté colgar la foto en el anterior post sin conseguirlo.

La fotografía está sacada en un molino trasformado en un agradable hotel en Solana de Pisuerga.

viernes, octubre 27, 2006

Cuando la destrucción te rodea, hay que levantar los ojos y buscar ávidamente ventanas que asomen a verdes realidades. La violencia doméstica produce destrucciones interiores... entonces hay que salir al exterior, buscar la ventana, liberarse. A ello dedico estos poemas.


DESTRUCCIONES

I


Has destruido mi casa
y yo la habito.

Has creído destruir mi alma
y yo crezco.

Has querido destruir mis deseos
y yo deseo.

Renazco, crezco, muero
sólo en mi.
Nadie puede destruir
mi alma llena.


II

No me miras,
no hay susurro en tu mirada,
no me dices,
no hay palabras en tu boca,
no me besas.
Tus ojos aplastan
duramente mi alma,
inicias la destrucción
a paso lento.


III

Hoy tu fuego
viene a mí,
te separas sin cenizas
ajeno, externo.
Todo fue
y nada es,
la destrucción aséptica
ha talado mi corazón.
La alegría del alba vacía
impera en mi reino.


IV

En este instante
todo lo aniquilas.
La luz que reluce
hoy se torna fría.

Se rompen las velas,
navego sin guía
por la azul tormenta
que tu horror destila.

Ya no existe nada
todo se vacía,
mi alma está ausente,
en la soledad perdida.

No puedo agarrarme
nada me cobija.
Todo has destruido
mi alma, mi dicha.

Amanezco tibia
tú estás a mi lado,
todo fue un mal sueño
el sol ya lo olvida,
por hoy deja atrás,
la última paliza.

Hoy nace otro día.


V

Se hizo la noche
en su alma de niña.
Lucía el frío nieve
que ella no sentía

Tras los cristales
suave entra la luz
y el hogar se enfría.

La puerta se abre,
el cielo se quiebra,
aparece en el quicio,
avanza hacia ellas,
dos vidas segadas
por otra violenta.

Empañando la aurora
la amarga presencia,
helando sonrisas,
forzando sus miembros,
callando sus gritos,
marcando sus caras,
ahogando su fuerza.

Se hizo ya la noche
en su alma de niña.
Absortas ya viven
la madre y la hija
ahogadas sus fuerzas
por un alma negra
que las paraliza.

Apareció en la mañana,
heló sus sonrisas,
segó su alegría,
nunca más habita
en aquella casa
la luz de la vida.

domingo, octubre 22, 2006

















SAN ANDRÉS DEL ARROYO. Palencia.

“A veces el reposo me llega en un momento de gran actividad. Cuatro elementos piedra, luz, agua y arte, me rodean. La sala capitular me habla, me detengo aunque una masa de gente me rodea. Siento el frío de la piedra bajo mis pies, miro la luz reflejada en los capiteles del claustro frente a mí iluminados, admiro el arte cincelado, troquelado mientras el agua discurre. lentamente en una fuente haciendo sonerías de luna.
Y yo me aíslo, me detengo y pienso”.


Cuando escribí estas líneas estaba en el Monasterio de San Andrés del Arroyo, al norte de Palencia. Lo había disfrutado hace algunos años y esta vez, aunque la luz estaba preciosa y prometía un goce para el espíritu, una excursión de cincuenta personas coincidió con mi visita y no pude saborear la paz soñada. He de decir también que la monja responsable de acompañarnos en la visita guiada, nos guió tanto que no me dejó ni un solo momento de serenidad para dar una vuelta completa por el Claustro en soledad.

De cualquier forma perderse por las numerosas iglesias y monasterios que aparecen en cualquier recodo del camino del románico palentino es un lujo.
Las fotos, por supuesto, corresponden al claustro del Monasterio de San Andrés del Arroyo.
Para más información:

martes, octubre 17, 2006
















NACIONAL 113

Busqué entre las hayas y los robles,
busqué entre encinas y los sauces,
pregunté al dorado que lucía el camino.
Río arriba seguía al Arlanzón,
río abajo navegaba el Najerilla.

Pareja a mí, iba mi alma debatiendo
entre el gris del desencanto
y la añoranza del rojo atardecer.
La fuerza regia, al fin, impuso
libres paseos de sentimientos.

Me asumí sobrevolando viñas
de rojos frutos y ajenas voluntades
en su exacto punto de maduración.
Fabriqué cual hormiguita la vida
y estoy en este tiempo de otoño.

Es tiempo de recolección áurea
y ahora desprovista de cadenas
disfruto de la paz, mi compañera.


Descubrí la nacional 113 para refugio del espíritu... Sierra de la Demanda, Sierra de Cameros. La fotografía corresponde al bosque mixto frente al enclave del Monasterio de Valvanera

martes, octubre 10, 2006





¿CÓMO SE PUEDE VIVIR EN UN MUNDO SIN ABRAZOS?

No sentir el suave roce de tu mano
recorriendo expectante mi rostro.

No sentir como fluye la explosión
de mil estrellas en tu corazón hermano.

No sentir el volcán de mi entusiasmo
deshacer tu tristeza en alegría.

Hace cuanto que no sientes
el bullicio de mis besos
rodeando la cintura de tu espalda.

Yerma, infecunda, nocturna
memoria excavando
tu sonrisa en mi recuerdo.

Amanece,

irradiando un sol
de mil rayos de caricias,
se despereza mi alma
entre murmullos del viento,
intentando cavilar
¿cómo se puede vivir
en un mundo sin abrazos?.



sábado, octubre 07, 2006



Ginkgo biloba.

A las seis de la tarde el cielo se puso gris, casi se vistió de negro y Carmencita, vestida de blanco riguroso salió de su casa cerrando tras de sí la pequeña puerta del jardín.

Siete años antes se había despedido con seis palabras: “Dentro de siete años volveremos aquí”. Habían pasado siete veranos, siete inviernos con sus siete primaveras y recién comenzaba a aparecer dorado aquel Ginko biloba que les había cobijado unidos en descansos matinales.

El Ginkgo vivía bien, en un parque aireado y cuidado hasta cualquier extremo posible. Carmencita vivía bien, cuidada y querida hasta cualquier extremo posible.

En estos pasados años cuando recordaba el pensamiento de aquella promesa, lo hacía no sé si con la esperanza de que ella estuviera dispuesta a cumplirla o con la duda razonable de si el objeto de pasión sería bienvenido en aquella postrera ocasión.

La fuerte tormenta descargaba aguas de mil lluvias grises mientras se besaron bajo el Ginkgo. Él se había adelantado, con su traje blanco, su sombrero de ala, la corbata sujeta con aquel alfiler que ella le había regalado mucho tiempo antes. Un ramo de flores amarillas en la mano prestas al encuentro. Y temblaron, temblaron como niños en un primer encuentro, se sintieron besarse, se sintieron profunda y quedamente, sus blancos ciegos ojos se abrieron, después de siete años supieron el por qué nunca se habían separado sus cuerpos y sus almas.

Se habían prometido este encuentro, al celebrar sus bodas de oro, bajo las hojas doradas del Ginkgo. Aunque él llevaba tiempo convertido en polvo de cenizas alimentando las raíces de su árbol preferido.

miércoles, octubre 04, 2006

















NUEVOS SILENCIOS


VI

Caminamos siempre
itinerarios de silencio,
hacia el silencio final,
con paradas temporales
en silencios venideros.


VII

A veces en silencio
bendigo tu nombre,
otras veces quiero
estrellarlo entre nubes,
dejarlo en reposo,
quedamente al aire,
vacío de palabras.


VIII

Hoy, sin diálogo,
ausente tu mirada,
reposo sentimientos,
debates aplazados,
silencios esperados,
esparciendo aromas
de jazmines en mi alma.


IX

Me separa de ti
un silencio lineal,
geométrico espacio,
indefinido y vacío.


X

Camino en silencio
hacia murmullos de agua,
tus caricias van restando
pasión a mis encuentros.